viernes, 1 de marzo de 2013

SAN ANTONIO Y SU CANCION


SAN ANTONIO Y LOS PAJARITOS.

Recuerdo como en mi edad de adolescente, las jóvenes del pueblo cantaban la canción de los pajaritos, que narraba el milagro de san Antonio; ya que siendo un niño de 8 años, consiguió encerrar a todas las aves de la comarca en una habitación, para que no le comieran el sembrado de su padre.

Por proximidad y cercanía, oía a mis primas, Laureana García Galende, y María Palacios Galende; que con otras, como las hermanas Julia y Esmeralda Vara Martín, Maximina Crespo Galende, Dolinda Galende Crespo, Alfonsa Lozano, Isidra Crespo, Purificación Melgar Vara, y muchas otras jóvenes de aquella época, cantaban unas canciones preciosas y loas a nuestra madre del Amor Hermoso.

En recuerdo a las citadas, como a todas las del pueblo que me resultaría muy prolijo enumerar; también para que no se olvide en el tiempo la canción en sí, me permito escribirla a continuación:



PETICION AL SANTO

Divino Antonio precioso,
suplícale al Dios inmenso;
que por tu gracia divina,
alumbre mi entendimiento,
para que mi lengua
refiera el milagro,
que en el huerto obraste
a la edad de ocho años.




   Y  AHORA  YA LA CANCION



Desde niño fue nacido
con mucho temor de Dios
de sus padres estimado
y del mundo admiración.

Fue  caritativo,
y perseguidor,
del mal enemigo,
con mucho rigor.

Su padre era un caballero
cristiano, honrado y prudente,
que mantenía su casa,
con el sudor de su frente,

y tenía un huerto,
en donde cogía,
cosecha del fruto,
que el tiempo traía.

Por la mañana un domingo
como siempre acostumbraba,
se marchó su padre a misa
cosa que nunca olvidaba.


Y le dijo Antonio:
ven aquí, hijo amado
escucha, que tengo
que darte un recado.

Mientras yo estoy en misa
gran cuidado has de tener,
mira que los pajaritos
todo lo echan a perder.


Entran en el huerto,
pican el sembrado,
por eso te encargo
que tengas cuidado.

Cuando se ausentó su padre,
a la iglesia se marchó;
Antonio quedó al cuidado
y a los pájaros llamó:

Venid pajaritos
dejad el sembrado,
que mi padre ha dicho
que tenga cuidado.


Para que mejor yo pueda
cumplir con mi obligación,
voy a encerraros a todos
dentro de esta habitación.

A los pajaritos
entrar les mandaba,
y ellos humildes
en el cuarto entraban..

Por aquellas cercanías
ningún pájaro quedó,
porque todos acudieron
como Antonio les mandó.

Lleno de alegría
san Antonio estaba,
y los pajaritos
alegres cantaban.

Al venir su padre
luego les mandó callar;
llegó su padre a la puerta
y comenzó a preguntar:

Dime, hijo amado
que tal Antoñito,
¿has cuidado bien
de los pajaritos?.

El hijo le contestó
-Padre no tenga cuidado,
que para que no hagan mal
todos los tengo encerrados.

El padre que vio
milagro tan grande,
al señor Obispo
trató de avisarle.

Acudió el señor Obispo
con gran acompañamiento,
quedando todos confusos
al ver tan grande portento.

Abrieron las ventanas,
puertas a la par;
por ver si las aves
se querían marchar.




Antonio les dijo a todos:
Señores, nadie se agravie.
Los pájaros no se marchan
hasta que yo no los mande.

Se puso a la puerta
y les dijo así:
Vaya pajaritos
ya podéis salir.

Salga cigüeñas con orden
águilas, grullas y garzas,
gavilanes, avutardas,
lechuzas, mochuelos, grajas.

Salgan las urracas
tórtolas, perdices,
palomas, gorriones
y las codornices.

Salga el cuco y el milano,
burla-pastor  y andarríos:
canarios y ruiseñores
tordos, garrafón y mirlos.

Salgan verderones,
y las cardelinas,
y las cogujadas
y las golondrinas.

Al instante que salieron
todas juntitas se ponen,
escuchando a san Antonio
para ver lo que dispone.



Antonio les dijo:
No entréis en sembrados.
Marcharos por montes,
por riscos y prados.

Al tiempo de alzar el vuelo,
cantan con alegría;
despidiéndose de Antonio
y toda su compañía.

El señor Obispo
al ver tal milagro,
por diversas partes
mandó publicarlo.

Árbol de grandiosidades,
fuente de caridad,
depósito de bondades
padre de hermosa piedad.


Antonio divino
por tu intercesión,
todos merezcamos
la eterna mansión.

Hay muchas otras canciones preciosas, que se cantaban en aquellos años; que estaría muy bien recordarlas y escribirlas, para que perduraran en el tiempo.


-          Arturo Galende Palacios



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