miércoles, 27 de febrero de 2013

LA VENDIMIA


  LA VENDIMIA


Recuerdos de la vendimia  en mis años jóvenes.

Hoy quiero plasmar por escrito mis recuerdos de la vendimia en mi pueblo. Así las generaciones actuales observarán la diferencia entre el antes y el ahora; es decir cómo se vivía y como se vive en la actualidad.

Por los años 1.945 y sucesivos hasta cerca de 1.960, había pocas viñas en Pueblica; si las suficientes para hacer vino para el consumo familiar y muy pocos tenían para vender  uvas o  vino ya elaborado.
Si recuerdo como algunos vinateros venían al pueblo y envasaban el vino en grandes pellejos que transportaban en carros tirados por mulas;  cuyos carros, provistos de toldos; evitaban mojarse y de otras inclemencias del tiempo.
Algunos de ellos venían desde tierras de Tábara, Aliste o Sanabria, vendiendo manzanas y castañas y de vuelta llevaban el vino que compraban, y el trigo que sacaban en la venta de sus mercancías. En aquellos años la compra-venta de la mayoría de las cosas se hacía al cambio por otros productos. El dinero no circulaba tanto como ahora.
Año tras año, se fueron plantando más viñas,  para así después vender bien uvas o vino sobrantes; y recaudar dinero para otras necesidades, que eran muchas.
La plantación de las viñas se hacía muy laboriosa, y si el terreno era duro o pedregoso, costaba mucho más esfuerzo para hacer los hoyos de plantación de cada  vid.
En las fincas que se iban a poner, se medían las distancias entre lineo y lineo, y con el arado de vertedera se marcaban los mismos lo más profundos y rectos que se podía y después se hacían los hoyos o zanjas con la azada. Se hacían unas 80 o 100 al día según el terreno fuera más o menos duro.
Los primeros años se plantaban vides de híbridos =”pimplos”, ya que los mismos empezaban a producir antes y eran más abundantes, aunque la uva era de menor graduación.
Otras viñas se plantaban con vides americanos = “bravos”, que no eran productivas; pero a los dos años se injertaban de clases selectivas, como el jerez, tintamadrid  vencía, malvasía, verdejo, etc. y de mayor graduación. Estas plantaciones son muy duraderas, pues algunas viñas, tendrán más de 100 años.
Había otros que las vides ya selectivas las plantaban directamente en los hoyos, así al año ya comenzaban a producir, pero así plantadas tienen menos años de vida.
Todos los vecinos ponían especial empeño, al plantar las vides, para que quedasen bien alineados; de arriba abajo y de izquierda a derecha.

La vendimia se hacía en parejas, con unas talegas o cestos de mimbre. Se iba de lineo en lineo, agarrando la talega por las asas uno a cada lado; y cortando las uvas de cepa en cepa hasta llenarla, y luego llevarla a hombros al carro, bien a los cestos grandes o talegones; o  a granel, hasta llenarlo.
Cuando se iba vendimiando, si alguna pareja le tocaba alguna parra grande de híbridos; se eternizaban allí cortando las uvas, mientras las otras parejas seguían adelante, mofándose cariñosamente de los rezagados.
Por lo general, la vendimia se hacía uniéndose varias familias, máxime si eran pocas personas; así se hacía más amena la faena y no resultaba tan pesada, sobre todo si el tiempo estaba de lluvias. Cuantas veces mojados, había que terminar la viña y regresar a casa lloviendo. Los paraguas y chubasqueros no se conocían entonces por el pueblo. Se utilizaban mantas, capas o anguarinas, que cuando se mojaban, pesaban mucho, e impedían  realizar el trabajo con soltura.
Cuando las viñas eran grandes y las cepas selectas, se llenaban las talegas enseguida y por consiguiente los carros, bien a granel o con talegones, y daba gusto vendimiar.
Antes de hacer la concentración parcelaria, las fincas eran  pequeñas. Para llenar el carro de uvas, había que ir de una viña a otra; lo que suponía una pérdida de tiempo, que era aprovechado por los jóvenes para darse las lagareadas unos a otros, si se podía; bromas que se gastaban entre el grupo, para que el trabajo resultase más ameno.

Los carros eran unos de bracera y otros de viga, éstos un poco mayores y de más consistencia. Los primeros llenos de uvas rondaban los 1.000 kilos a granel y si se ponían talegones, cabían 8 ó 10; y los de viga a granel  hasta 1.200 kilos y 10 ó 12 talegones. Los talegones venían pesando desde 80 hasta 100 kilos, que después había que descargar desde el carro, al zarcero de la bodega para pisarlas en el lagar y hacer el mosto, y las que se vendían subirlas al camión.
Antes de comenzar a ir los camiones al pueblo, había que transpórtalas en los carros hasta Santibáñez de Tera, y se vendían en la bodega del Sr. Chana.
 Recuerdo como había que madrugar el día que se llevaban, y varias veces se iba en caravana de hasta 10 carros.
 Ya en el lugar, unos y otros se ayudaban en la faena de descarga; los que más podían cargaban los talegones a la espalda y los llevaban al lugar designado por el bodeguero. Me acuerdo que los primeros años acompañaba a mi padre y como era muy joven y no podía con los talegones, me ponían al lado del pesador e iba tomando notas individuales de los pesos de cada uno, para evitar que nos engañaran. Cuando ya podía con los cestos, cargaba con ellos, y ayudaba a los demás; y mi padre iba colocando los cestos en el carro, para que los fuésemos llevando al depósito de descarga.
Generalmente iban personas ya mayores, y los mozos, nos dábamos la paliza al que más podía para terminar cuando antes el trabajo y regresar todos a casa.

Pasados unos años, al haber más viñas y muchas más uvas, comenzaron a venir camiones al pueblo, y las llevaban para  las bodegas de Benavente, León, incluso para la región gallega.
Algunos días, las colas en la plaza a la espera de camiones, se hacía interminable. Luego había que pesar los talegones y subirlos al camión.
Los días de lluvia, la plaza se llenaba de charcos y barro, de los roderones que hacían los carros. Aun así, había que realizar los trabajos de carga y descarga. No importaba mojarse ni pisar barro.
Como ya desde hace bastantes años, las calles y plazas están cementadas, no existen esos problemas.
Algunos vecinos que no tenían talegones, las llevaban a granel en los carros. Allí intentaban ajustarlas por alto con el comprador, y si se ponían de acuerdo en el peso; seguidamente palearlas desde el carro al camión. Si no había acuerdo, había que meterlas en talegones y seguir el proceso ya citado, con el consiguiente trabajo y pérdida del peso del mosto que se derramaba.

Cuando instalaron  la báscula en el pueblo, fue un gran descanso para todos; ya se echaban las uvas a granel en los carros y tractores, aunque todavía había que palearlas a mano al camión.
Últimamente las uvas se recogen en cajas más manejables, y se hace mucho más llevadero el trabajo. .

Durante los días de vendimia, si el tiempo no era lluvioso, se pasaba muy bien.
Se unían distintas familias, ayudándose unas a otras; sobre todo si en la misma bodega  se pisaban las uvas para hacer el mosto.
Cuando se terminaban las de uno y el lagar quedaba libre, se comenzaba con las del otro.
Nuestra bodega, como otras varias no tenía lagar; había que transportar el mosto unos 200 ó 300 metros, en bidones y calderos, trabajo que resultaba pesadísimo. Años más tarde compraríamos otra bodega, está ya con una pequeña prensa, y resultaba el trabajo más llevadero; incluso desde el lagar por medio de unos canalones, iba el mosto directo a las cubas.
Podría describir el proceso de elaboración del mosto, y la composición y funcionamiento de las vigas y prensas que se utilizaban; pero como aún existen y todos los que lo deseen pueden verlo, no lo creo necesario.

Me centraré ahora, en cómo nos divertíamos la juventud, en los días de vendimia.
Cuando ya se había terminado en cada casa, los jóvenes se iban a ayudar a otras familias o amigos, totalmente gratis, solo por la manutención. –No había jornales que pagar, solo agradecimientos mutuos-, trueques que se hacían a cambio de otros trabajos, -acarrear leña, arar alguna finca .etc.-

Como ya he comentado, el trabajo se hacía de dos en dos; que generalmente eran los dos que más simpatizaban del grupo. Así lo pasaban mejor durante la jornada y las siguientes si no se terminaba. También, así se defendían de las sorpresas que pudieran venir por detrás, avisando uno al otro; caso que pretendieran darles las lagareadas, alguno de las otras parejas.

Se pretendía demostrar quienes vendimiaban más, y a porfía se andaba todo el día; intentando no quedarse rezagados. De ahí que cuando alguna pareja le tocaba vendimiar algún híbrido, y se retrasaba; el resto se mofaba cariñosamente de ellos, como también  he comentado.

Lo más alegre y simpático era el hecho de darse las lagareadas. Difícil era que ninguna de las personas jóvenes, durante la jornada; se librase de que le frotaran la cara, con las uvas más tintoreras que hubiera en la viña. Eso sí, había que esperar la mejor ocasión para sorprender a la víctima, puesto que nadie se ofrecía voluntario a recibirlas.
Menudas carreras se hacían cuando alguno se había librado, para conseguir agarrarlo; y frotarle la cara a conciencia, con las uvas.
Salvo excepciones todo se hacía sin interferir en el trabajo. En los descansos que se hacían, y con la mejor intención de pasarlo bien.
Recuerdo, como en una ocasión, fueron a ayudar a mis padres, varias chicas jóvenes; algunas, unos años mayores que yo. A mí ya me habían dado las lagareadas al igual que yo a ellas; pero había una que era imposible sorprenderla y se mofaba de todos los demás. Siempre estaba a la defensiva. Después de la comida y descansar todos un  poco, cogí con disimulo unas uvas tintas del carro, y me a fui acercando a donde estaba; pero se dio cuenta y comenzó a correr. Corrí  detrás de ella hasta que la agarré, y por detrás le frote las uvas en la cara. Los demás me aplaudieron; pero cuando llegamos al grupo, mi padre, que debido a la distancia pensó que se las había dado en el pompis, me echó una buena regañina. Menos mal que todos salieron a  mi favor, diciendo que todo era una broma.

El día más divertido era el de la vendimia de uno de los abuelos. Nos reuníamos 6 familias, todas ellas con varios jóvenes y ganas de juerga. Ya desde primeras horas del día, había que tomar precauciones; sobre todo si se comenzaba por una de las viñas, que todas las parras eran híbridos, de lo más tintoreros que existían. Todos tenían que terminar con la cara morada, y si alguno se resistía, había que a carrera, agarrarlo, y frotarle la cara con las uvas.
En ocasiones, alguna de las mozas, nos engañó; pues ella misma se pintaba ya la cara, para evitar la posibilidad, de que se le manchase la ropa  que llevaba puesta.
La comida, si el tiempo lo permitía, se hacía en el campo; aquello era una fiesta. Muchas veces tenían los padres que llamarnos al orden, para continuar la vendimia y terminar la faena.
Al atardecer, llevábamos las uvas en los carros para la bodega; se descargaban, y los padres regresaban a casa con  el carro y los animales, para darles de comer.
En la bodega, siempre quedaba uno de los padres, y la mayoría de los chicos para pisar las uvas, e iniciar las operaciones de funcionamiento de la viga, para la elaboración del mosto.
Las chicas no quedaban, pues se comentaba que no era buena su intervención pisando las uvas, si en aquellos días  alguna tenía la menstruación.
Una vez ya pisadas las uvas, y colocadas en un montón en el lagar; se ponían encima tableros de presión; iniciándose el proceso de maniobra de la viga para exprimirlas, y se dejaba hasta la mañana siguiente.
Allí andábamos a porfía los mozos, para darle a la manivela del uso; y levantar la piedra unida al mismo, que podría pesar más de 1000 kilos.
Para la cena, había que habilitar una habitación de comedor. Nos reuníamos más de 30 personas. Siempre tenía cebado para esa fecha un cordero, y a base de conejos y pollos que cuidaba la abuela, se hacía una gran fiesta. No faltaban los comentarios del día sobre las lagareadas y la mofa de algunos de ellos, que por alguna razón no habían acudido a vendimiar. Más de una vez, recibirían las lagareadas por la noche, para que abandonaran la burla.
Uno de los tíos tenía una gramola y con ella se amenizaba, la juerga después de la cena; a lo que se unían los cánticos de una de las  primas, que lo hacía muy bien.

En aquellos años eran pocos los medios que había,  pero nos lo pasábamos estupendamente. Las familias eran más solidarias entre si y se sentían más unidas para todo.


Antes de finalizar, quiero indicar como averiguaba yo, la capacidad de las cubas que había en las bodegas, por si alguno ya no se acuerda y desea hacerlo.

Lo aprendí en la enciclopedia de Grado Superior de “Antonio Fernández Rodríguez”; que compraría por mi cuenta después de finalizar el periodo escolar, para ampliar mis conocimientos.

AFORO DE UN TONEL. Para aforar una pipa o tonel se mide por medio de un listón graduado, la distancia que hay en decímetros, desde el centro de la boca del tonel hasta el punto más distante a la misma –el punto medio inferior de la unión del témpano y las tablas del tonel-.
Se eleva al cubo esa cantidad, y el producto se multiplica por 0,625, resultando del producto de esta operación la expresión en litros de la capacidad del tonel.


NOTA. Si la forma de las pipas se separase mucho de la ordinaria, habría un cálculo de error, por exceso o por defecto. Sería por exceso si la forma se aproximase a la cilíndrica, y por defecto si el diámetro de la boca (diámetro mayor o de la barriga) fuese mayor que el que tienen ordinariamente estos envases.
En ambos casos los errores pueden corregirse fácilmente, rebajando, en el primer caso, el 1% de la capacidad obtenida, y añadiéndola en el segundo.


Es posible que ahora lo hagan por otros métodos más exactos y avanzados, pero entonces y en mi caso me valía.

Arturo Galende Palacios

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